8 de marzo de 2012

♫♪Vengoooo del barrio de Boedooooo, barriooooo de murga y carnavaaaaaaal♫♪


Cuando Ramón Gómez de la Serna acuñó, medio en broma, medio en serio, el nombre de "floredo" para designar la controversia entre el grupo de Florida y el de Boedo, no sospechaba las oscuras aristas de la posteridad (que no siempre es complaciente con los vicios de la forma). Tampoco la piedosa obra de Lorenzo Massa ni la rabia lúdica de Roberto Arlt representan indicios efectivos respecto a la genealogía de esa palabrita de domingueo que hoy en día hemos dado en llamar justicia, y que, a menudo, suele ser auspicio de ardides retóricos más que de rigores éticos.


Pero sin duda otro gallo es el que canta cuando son los milicos quienes pagan la cuenta y los mandados.


La historia contemporánea de Argentina es, de un modo o de otro, la historia del peronismo y nadie, en su sano juicio, podría determinar si esa condición requiere de mayores disquisiciones que la escolástica medieval. Se trata de una historia con intermitencias castrenses, y mesiánicos, y no obstante dudosos, afanes. Quizás por esa razón es comprensible que el dictatorzuelo porteño Osvaldo Cacciatore la emprendiera impunemente con el Plan de Autopistas Urbanas y ulteriormente consiguiera arrebatar a los habitantes de Boedo el Gasómetro donde San Lorenzo de Almagro fue un coloso.


Cuentan que durante su exilio en Europa, Osvaldo Soriano gastaba sus pocos dólares en llamadas a Buenos Aires para preguntar los marcadores de San Lorenzo. Cuentan que fumaba a montones, que acariciaba a sus gatos y que leía a Raymond Chandler antes de dormir. Cuentan, además, que el Gordo Soriano se vio en la necesidad de escapar a Europa debido a su militancia política. Sin embargo a mí se me hace que Soriano se fue de Buenos Aires para no morir de Carefour. Tal vez eso explique que, años después, una vez de vuelta, Soriano, en un arrebato de romanticismo y ternura, decida visitar el Carrefour que alzaron los milicos en sociedad con los franchutes (pendejos franceses, nunca podré confiar en un pueblo que le entregó París a Hitler en menos de un mes) en el mismo sitio donde Sanfilippo le hizo cuatro goles a Boca.


River y Boca y Velez han recibido jugosos aportes del Estado argentino mientras que a San Lorenzo la dictadura lo despojó de su estadio y en su lugar mandó a construir un supermercado. De tal suerte cabe suponer que los jocosos juegos de palabras de Gómez de la Serna no sean del todo precisos para describir los intersticios de una controversia que, más allá de lo anecdótico y lo literario, tiene una clara expresión en la distribución espacial del poder.

¿Boedo o Florida? Los milicos no intervenían expresamente, aunque casi todos preferían vivir cerca de Olleros y del Hipódromo. Y es que a pesar de los clichés del tango y el folclor, el sur del sur no es un sitio que figure en los catálogos turísticos. En el Bajo Flores las cosas no son del color que las pinta Amelita Baltar y a los tibios, como dicen los porteños más beligerantes, los vomita Dios.


Pero más allá de los fríos y los tibios están los protagonistas y eternos perdedores de los guiones que aún nos debe Soriano. Y aunque los Kirchner no sean más que una derivación surreal del keynesianismo poshumanista, cabe destacar que aún existen oídos para los entusiastas que se tiran a las avenidas y que llenan la Plaza de Mayo para cantar "vengoooo del barrio de Boedooooo, barriooooo de murga y carnavaaaaaaal". No me cabe duda de que en cada uno de esos 60 mil aficionados que colmaron la Plaza de Mayo hoy en la tarde, está algo parecido a un Gordo Soriano y a un Sanfilippo, medio borrachos en el carefour, imaginando que detrás de un escaparate con arroz y mayonesa hay un chico a punto de centrarla al área del Gasómetro de la Avenida La Plata.


Y lo mejor de todo es que aún existen ojos para ver los goles que se siguen anotando donde las cajeras se molestan y reclaman y te dicen que no tienen cambio de 100 pesos por comprar un porrón de Quilmes.


JFC