8 de octubre de 2008

A propósito del Estadio Nacional


En Vela
Julio Rodríguez | envela@nacion.com

Solo eso faltaba: que la Sala Constitucional sea la que determine dónde se construirá el nuevo Estadio Nacional. Cualquier día tendrá que dirimir quién gana o pierde los partidos de futbol. ¿Es justo que Saprissa sea siempre campeón?
¿Razones para la oposición? “Un molote” vial. Este estadio, para 35.000 espectadores, se llenará solo en los partidos de la Selección y en alguno de los llamados clásicos. Además, en estas escasísimas ocasiones se pueden contratar estacionamientos cercanos, y el resto de los carros lejos del estadio. ¿Cómo se irá al estadio? Pues caminando, en este país de gordos, a tono con “el espíritu de La Sabana”: el ejercicio físico y la camaradería. ¿Caos vial? San José es un caos vial, entre semana, cuando no hay partidos.
Otra razón: se pierde “el espíritu de La Sabana”: sana diversión y vida familiar. Pero ¿no son, acaso, los partidos de futbol un encuentro popular, idóneos, además, para hermanarlos con la cultura, máxime si el estadio es hermoso y al alcance de las familias? Otra razón: “se destruirá la joya de La Sabana”. Extraño argumento: el viejo estadio había perdido su sentido y no era una joya. Tampoco lo han sido las edificaciones en La Sabana. El nuevo sí será una joya y así tendremos dos: La Sabana y el mejor estadio de Centroamérica. ¿Qué mejor?
¿Propuestas de los opositores? Buscar otro sitio. ¡Qué facil! Al parecer, no conocen el estilo tico. ¿Dónde? Esto significa decirle adiós al nuevo estadio, pues tirios y troyanos se enzarzarán en una pugna por otro lugar. Si este es privado, requerirá una expropiación, y, si es público, los vecinos se opondrán o cada pueblo lo querrá para sí; los políticos, los ambientalistas, los sabios y los diputados intervendrán, y se presentarán mil y un recursos de amparo… Todo en plena campaña política. Al final, nos quedaremos sin estadio y con el hueco actual del viejo estadio, en La Sabana, repleto de agua en invierno para delicia del dengue... Sin joya ni espíritu…
Y lo más gracioso es que este recurso de amparo se presenta, ahora, cuando las obras han comenzado y se ha invertido tiempo, pensamiento y dinero. Así pasó con las líneas intersectoriales, congeladas el día anterior, y con un recurso contra el muelle granelero, que la Sala Cuarta resolvió más de un año después, cuando los costos habían aumentado en $30 millones, que ahora habrá que enfrentar. No llegamos a tiempo para hacer las cosas, sino para impedir su ejecución o mejora. Y, solicitadas dos prórrogas del TLC, ¿no están algunos haciendo todo lo posible para que nos quedemos fuera?
Dediquémonos a mejenguear…





Primera Fila
El estadio, a las montañas
Gustavo Jiménez M. | gujimenez@nacion.com
Ahora resulta que no se puede hacer un estadio en La Sabana debido al impacto vial. De seguro vienen nuevos recursos contra el Festival de La Luz, el Tope y hasta el Festival de la Música, que también hacen colapsar a San José.
Uno de los recurrentes (ocurrentes, diría yo) sugirió en Telenoticias que el estadio no se haga en La Sabana, sino en tres lugares que propuso: frente al Real Cariari, en Hatillo o en La Uruca.
Obviemos el hecho de que los vecinos de esos sitios correrán a poner nuevos salacuartazos, motivados por el inspirador ejemplo de Sáenz y compañía. Repasemos, mejor, el argumento estrella de quienes se oponen al estadio: que va a generar un caos vial.
¡Y en la General Cañas, o en Hatillo, o en La Uruca no habrá otro caos! ¿Estos señores habrán visto los embotellamientos en La Uruca? ¿O en Hatillo? Es más, ¿sabrán dónde queda Hatillo?
Pero está bien. Hagámosle caso a estos prohombres: mandemos el estadio a las montañas. De esta forma la ciudad de San José, donde nunca hay presas, conservará su impecable castidad vial.
Voy a permitirme sugerir un terreno donde se podría hacer la edificación, si China acepta. Son unas fincas propiedad del Estado que están ubicadas en San Cristóbal de Desamparados.
No, perdón… No se van a poder usar. Resulta que esas fincas estaban a nombre de una asociación de la cual don Guido Sáenz era vicepresidente , y debían ser traspasadas a la Orquesta Juvenil en 1997. Pero, en su lugar, don Guido las entregó a una Asociación privada presidida por Kirsten Figueres. Ahora el Estado anda corriendo a ver cómo las recupera. ¡Qué buen guardián de los bienes públicos resultó don Guido! Y ahora nos salva del caos vial. ¿Cómo agradecerle tanta generosidad?