21 de mayo de 2008

¿Por qué? (también escrito de golpe)

Quiero inaugurarme hoy en este espacio y a modo de rito inciatorio me tomaré la licencia de incurrir en esa clarividencia de la memoria que llaman recordar. Yo vi jugar al billarista del fútbol. Es más, cualquiera lo puede ver jugar aún si así lo convieniera. Todos los sábados rigurosamente luce el "malhadoso" número 13 en su espalda. Basta llegar a la plaza La Soledad.
Más allá de toda la carga semántica que implica reivindicar un viejo mito (que por viejo no ha de ser maltrecho ni mucho menos) considero importante dedicar unos pocas líneas a ese primer acercamiento que tuve con el fútbol: la figura de Leonel Hernández. No quiero ser mezquino con otro tipo de episodios y/o encuentros previos, pero, a día de hoy, creo que podría decir eso: mi primer recuerdo del fútbol no se asocia a la pelota de goma que tuve cuando cumplí un año ni tampoco a cierta enconosa heredad (o acaso una vergonzosa similitud que prefiero olvidar) del Mundial España 82, se asocia con Leonel.
No sé si ésta preferencia obedece a algún tipo de privilegio o si simplemente fui despositario de una de tantas frustraciones colectivas. Leonel creció y chutó sus primeros goles en mi barrio. Lo vi cada medio día caminar al Banco Crédito al lado de mi padre, quien, por el contrario, nunca jugó al fútbol y quien pese a ello recibió un pomposo apodo de ignorada procedencia futbolísitca. También vi a Leonel Hernández beber sus reglamentarios 2 whiskys (únicamente bebe escoceses) en La Martinica, donde antaño atendió el célebre shampú (un connotado miembro de la Hermanda de Jesus) y donde mi vecino Pipe López por poco muere en la pérfida daga de Somoza. Vi crecer a las dos hijas de Leonel y las vi lindamente hacer segundos sacramentos con lindos vestidos y lindas sonrisas blancas. Muy a pesar de mis primeros delirios amorosos la mayor de ellas ya va por el quinto sacramento.
Vi a Leonel reprender a sus compañeros y recuerdo, particularmente, cierta vez que reprendió de modo enérgico a mi gran amigo Cachetes. Nota sobre cachetes: era el único de mi edad que tenía el privilegio de jugar al lado de Leonel, de no ser por una lesión en su columna vertebral, de seguro habría sido uno de los mejores armadores del país. Vi a Leonel jubilarse y cambiar de auto y lo vi confesar que nunca en su vida había visto un delantero tan hábil como Gerardo Chavarría alias "Anacín", el cual, dejó las chanchas por los bares sin que esto fuera en detrimento de su protagonismo.
Vi a Leonel frecuentar la satrería de "Las Urracas" donde concurrían los hombres de mi barrio y donde Nano Madrigal presumía mostrando los más anchos pantalones que jamás se hubieran visto: pertenecían a Don Luis Alberto Monge, según supe luego. Vi a Leonel hacer un gol olímpico y lo vi decir que nunca cabeceaba por considerarle una faena de mal gusto.
Vi a Leonel caminar frente a mi casa y lo vi con su esposa Marielos en misa de 4 cuando. Lo vi fallar un penal en la plaza y lo vi bromear con mi abuelo quien por cierto me llevaba cada tarde a un potrero a a jugar fútbol con Marco (el mesero de Iguana´s) apesar de que detestaba el fútbol. Naturalmente, esa información me fue suministrada mucho tiempo después: la posteridad suele ser mala compañera de la discreción.
Vi a Leonel y aún lo veo con su parquedad habitual. Vi también a su hermano hacer gala de dotes futbolísticos nada desdeñables. Vi a "Coviche" demarcando y encalando la plaza donde jugaría Leonel y estuve cuando mi padre preparaba carne asada para todos y cuando mi hermano Gerardo (el único de los Coto que la tocaba bien ) se incorporó al cismático Soledad Independiente: un club de renegados que, por una u otra razón, decidieron separase de Leonel para hacer un cuadro con pretensiones de adversario pero que curiosamente nunca aceptó enfrentarse a La Soledad orginal.
Por esas y por otras razones que no viene al caso inventariar, no me interesó leer en una novela de Skarmeta que hubo otro Leonel en Chile y que la U Católica recibió también el título de Ballet Azul y que por aquél tiempo el Colo tuve un gran equipo. No me interesó y no me ineteresa. Por que yo vi jugar al billarista del fútbol cuando sus mechones encanecían como un punto de penal y lo veo aún, reglamentariamente, los sábados en la plaza de mi barrio.